Not again.

En el lugar más recóndito y tiernito, donde mi niña interna se siente desamparada, duelo y lloro. Esta vez no puedo ir a un casamiento y emborracharme, prenderme fuego el flequillo con una velita de una mesa y que el padrino me tenga que acompañar hasta el auto. No. Once años después la noticia de la separación (de vuelta) de mis padres es un comentario casi al pasar de mi mamá, una tarde de jueves de agosto, en la semana movida después de mi cumpleaños, un casamiento y las PASO. Y Aline está dando vueltas en el living, así que la voz mejor no la levantemos. Y los últimos vestigios de la ilusión de una familia unida, que no se junta desde marzo de 2016 en su totalidad, estalla en mil fragmentos mínimos. Mientras tanto, en el otro lado del mundo, mi hermana construye su nueva vida en Madrid con su familia y James y Lula disfrutan de la paternidad tan deseada con ese niño bellísimo, Mateo. En Buenos Aires, Tom sigue su vida de músico y psicólogo, amigos y salidas y juventud. Y en Victoria, papá hace mutis por el foro, mientras que H2 y yo lidiamos con la tristeza, y la sensación de estar a flote.

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