No estoy para mis reflexiones lindas, editadas, y con fotos, pero no de mis hijos, por supuesto, en Instagram. Ni para un tweet liviano e irónico y sin jamás hablar de la realidad social sino más bien de mi pequeño metro cuadrado.

No, señor. Estoy para mi puto blog, que 19 años después sigue acá. Para decir que my bitchiness is bleeding all over my children, dear innocent victims. Que entre el narcisismo, casual cruelty e impaciencia sería la mejor villana de una canción de Taylor Swift, pero en realidad es simplemente que soy una mala madre. Lo siento en los huesos. Este arreglo de que me quede todo el día con lo chicos, limpie, prepare el almuerzo, me ocupe de la casa, lave platos, los lleve a la plaza, lave ropa, ordene, limpie baños mientras el se los lleva al horario más lindo del verano y yo recién me puedo sentar a trabajar de nuevo a las 16.45 es una VERDADERA GARCHA. Lo detesto. Es injusto y una poronga. 


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