El tercer trimestre del embarazo, el verano y esa incomodidad en la que no sabes qué ponerte. El cuerpo irreconocible, la potestad sobre tu estilo personal completamente delegada en terceros. Tamaños poco habituales para el cuerpo, volúmenes desconocidos. Cómo reconciliar una etapa transitoria, sobre la que perdés el control de algo tan personal como la manera con la que te presentas al mundo, pero también priorizando el confort y sabiendo que todo es temporal y pasajero.

Algunas de las cosas que estuve pensando estos días de febrero, en la que el espejo me devolvió una imagen no tan amigable, pero en la que recuerdo que it’s not my first rodeo y he de concentrarme en dos cosas: comodidad y algo mínimamente vinculado a mi estilo personal. Rescaté mis maternity leggings, una camisa oversized que cobró más protagonismo que nunca, mandé a zurcir mis benditos pantalones de leopardo y le di espacio a la pollera de leopardo también. Dignidad para salir a la calle, sandalias cómodas para caminar y para manejar.

Speaking of which, solo me tomó una pequeña vuelta en La Catalina, una ida al Náutico y un viajar a Unicenter al cine, blessedly alone, para acostumbrarme a manejar con caja automática. Proud co owner de un Yaris azul, 0 KM, belleza de 

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